cuando los españoles evacuaron Montevideo, reclamó del general Carlos María de Alvear la entrega de la plaza a los orientales en nombre de Artigas, pero el porteño, después de entretenerlo con falsas promesas y dilatadas gestiones, lo hizo atacar de improviso el 25 de junio, dispersándole los hombres a sus órdenes, aunque sin infligirle un severo castigo.
Entablada la contienda entre Artigas y la Provincia Oriental y el absolutismo absorbente de los directorios de Buenos Aires, el coronel Manuel Dorrego, con fuerzas directoriales muy superiores, lo volvió a sorprender en su campamento de Marmarajá, en Minas, el 14 de octubre.
La completa victoria que nuestro coronel Fructuoso Rivera obtuvo sobre Dorrego en Guayabos, el 10 de enero de 1815, jornada de la cual éste pudo escapar penosamente del campo repasando el Rio Uruguay con una cincuentena obligó al Directorio a evacuar Montevideo, entrando Otorgués en la plaza el 15 de febrero, con nombramiento de Gobernador Militar que le confería Artigas.
Insigne era la distinción que representaba para un soldado ostentar el título de primer gobernador de la provincia libertada, conforme grande fué el honor que le cupo a Otorgués el 26 de marzo del mismo año 15, de enarbolar en la capital por vez primera, la bandera tricolor artiguista; pero el funcionario elegido no reunía las condiciones que un cargo de tal naturaleza requería.
Sí, como se afirma por algunos, Otorgués no era un hombre negado ni un analfabeto, los hábitos de campaña y la vida militar lo inutilizaban para funciones tan plurifacetadas y complejas como las de su incumbencia. Corresponde responsabilizarlo por su desconsideración prepotente y por su tolerancia con los excesos de los soldados que eran los verdaderos dueños de Montevideo, aunque aquella inconducta y estos desmanes se hallen distantes de haber sido lo que han escrito contemporáneos notoriamente mal dispuestos hacia Otorgués, por sus vinculaciones porteñas. Por lo demás, la mayoría de la gente que había quedado en Montevideo, antiguos realistas, conservaba odio profundo a los patriotas y, por lo tanto, se halló siempre dispuesta no sólo a desacreditar todo lo que de ellos venía, sino a cooperar o a ver con agrado, cuando menos, las peores situaciones que la suerte deparara a los artiguistas. Dentro de tal marco era excusado andar con contemplaciones y, lógicamente, Otorgués no las tuvo.
Apenas llegaron a Artigas fidedignas noticias sobre los procederes del Gobernador, lo separó del puesto por resolución de 29 de julio, comisionando especialmente al coronel Fructuoso Rivera para que se trasladara a la capital, a tomar las in-