Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/983

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emigró en 1863, apenas iniciada la revolución colorada del general Flores, y en setiembre se incorporaba a sus filas en el contingente que aportó por el Salto el coronel Enrique Castro.

Destinado a servir en el batallón “Florida” cuando se organizaron los ¡primeros cuerpos de la infantería revolucionaria, Pereda ascendió en dicha unidad desde cabo hasta teniente 2°, grado que tenía en 1865, a la hora en que la Cruzada Libertadora — nombre adoptado por el movimiento florista posesionóse del gobierno nacional.

Reconocido en aquella categoría en el ejército de línea, paso de inmediato a formar parte en la división de operaciones contra el gobierno de López del Paraguay.

Hecha toda la campaña de Corrientes, penetró con los ejércitos aliados en territorio enemigo, y después de actuar en la terrible lucha que señala el avance de la Triple Alianza rumbo a Asunción, el capitán Enrique Pereda tuvo su gran momento militar en el asalto del Boquerón del Sauce, la sangrienta batalla del 18 de julio de 1866. Muerto su jefe el coronel León de Palleja sobre las propias trincheras paraguayas — fuera de combate ya el 2° jefe y el capitán ayudante — Pereda, como capitán de la 1ª compañía, asumió el mando del Florida. y en medio del fragor de la pelea, bajo la lluvia de balas paraguayas, ordenó presentar armas al cuerpo del jefe que sus soldados retiraban de la línea. El diezmado batallón, suspendiendo por un instante el fuego, rindió los honores como en una parada.

Una aureola de heroicidad envolvió a Enrique Pereda desde aquel día, y al regresar de la campaña, Montevideo victoreó por las calles, valiente entre los valientes, al capitán del “Florida”, de fina silueta, casi frágil, de fisonomía dulce — un poco triste — que no contaba todavía veinticuatro años. Pero aquella hazaña y estos honores, todo lo que hubiera llenado un “legajo personal”, siendo decoro de la foja de servicios y timbre de orgullo de cualquier militar, fué nada o casi nada para Enrique Pereda. Así resulta de los párrafos de una carta escrita desde Madrid, muchos años más tarde, en le cual, respondiendo a otra enviada desde Montevideo, por conmilitones actuantes en Boquerón que requerían su testimonio en un esclarecimiento histórico, les dice: “Están tan lejos aquellos días, tan poco caudal he hecho siempre del rol pobre o importante que me tocó desempeñar en le campaña del Paraguay, que apenas si recuerdo como una lejana leyenda a la que yo fuera ajeno, los episodios de aquellas jornadas”. Unicamente por un esfuerzo de memoria conseguía recordar algo de esa época, de la cual conservaba el culto de los bravos caídos sirviendo a la patria y la simpatía por sus compañeros de armas. Promovido a sargento mayor, se le nombró 2° jefe del Batallón General Flores en los tempestuosos días de febrero de 1868, y siendo secretario del general José Gregorio Suá-

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