Página:Finke Mujer Edad Media.djvu/111

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pos de la Escolástica fué, por ejemplo, uno de los más influyentes teólogos, Hugo de Saint Victor, quien exaltó con hermosas palabras el elemento espiritual en el matrimonio, el amor recíproco de los cónyuges, como lo esencial en la vida conyu- gal, como un reflejo de la íntima unión de Dios con el alma creyente. Análogo sentido tiene una sentencia de Inocencio 1Í sobre los dos requisi- tos del matrimonio: «acuerdo de las almas y unión de los cuerpos». El primero equivaldría al amor que existe entre Dios y el alma. Con exten- sión habla un conocido teólogo español del si- glo xv, Raimundo de Sabunde, en su Teología natural, sobre la correspondencia entre el fin te- rrestre y ultraterreno del matrimonio: «E] mayor bien de los hombres, la comunidad de amor con Dios, está reproducido en el matrimonio; es la representación gráfica de la unión espiritual invi- sible, en que el hombre, mediante el amor, entra con la divinidad.» En forma análoga se expresa el canónigo de Zurich, Félix Hemmerli. Si algún historiador supone encontrar en ello algo heréti- co, acredita un conocimiento defectuoso de la doctrina católica.

Tertuliano y el matrimonio cristiano. — Y cuando Tertuliano, el Padre de la Iglesia, más árido y extraño al mundo, nos presenta, den- tro de la antigsúedad pagana, una pareja cristia- na, unida por sus sentimientos y manifestacio-

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