Página:Finke Mujer Edad Media.djvu/117

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vado como en lo más bajo, el varón es igual a la hembra; como también se leen en ellos expresio- nes que denotan el terror y aversión a la mujer.

La literatura medieval es sobre todo teológi- ca. — Se olvida fácilmente que la literatura cien- tífica del pasado ha sido durante siglos, cuando no exclusiva, predominantemente teológica. Sólo el pensamiento religioso se transmite en ella: in- quieta e interesa lo que se refiere a la salvación del alma, tal y como se concebía entonces. La cu- riosidad literaria y artística que hoy nosotros perseguimos, faltaba en absoluto. Es comprensi- ble, pues, que el pensamiento propio del ascetis- mo tropezase con el poder de la mujer sobre la sensualidad del hombre. Nada delata más clara- mente el poder maravilloso de la mujer sobre el hombre que las descripciones del desierto de la Tebaida, en las que se nos refiere la huída de los anacoretas ante la mujer, hasta en su vejez y hasta en el lecho de muerte. En las Leyendas de santos griegos, editadas hace algunos años por Lietzmann, se encuentran los testimonios más claros; desaparecen en ellas todas las considera- ciones humanas con tal de escapar al presunto peligro.

Las advertencias del ascetismo en los prime- ros tiempos cristianos culminan en este precep- to: «Bienaventurados los hombres temerosos por amor a su castidad». La flaqueza moral del hom-

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