mujeres en Francfort, Estrasburgo y Colonia de- bió ser mucho mayor. La proporción dice ya bas- tante y su efecto se puede agravar por toda suerte de observaciones históricas. El especialista citado, sirviéndose de matrículas de impuestos, llega a la conclusión de que en Francfort sorprende ver cómo el número de mujeres que vivían solas llegó a representar, temporalmente, dentro del mismo siglo, la sexta parte de los contribuyentes y, a veces, aún más. Hay además que tener en cuenta que estas mujeres vivían: solas, y que no se incluyen en su número los centenares de mon- jas, prebendadas, etc., y además, que la mujer en la Edad Media debía contar con extraordinarias dificultades para sostenerse a sí misma. Todo lo cual da una idea de la enorme desproporción que hubo de existir a veces entre ambos sexos.
La gravedad de esta desigualdad numérica se vió, además, afectada por otras circunstancias que no es posible registrar en la estadística. La gue- rra, en sus formas odiosas, redujo sin cesar el número de varones, y no en menor grado contri- buyó a ello la serie innumerable de enfermeda- des epidémicas. El celibato no debe tenerse en cuenta, por ser práctica común a los dos sexos. Había ciudades, como Francfort, en que segura- mente fué aún mayor el número de mujeres que el de varones espontáneamente célibes. Hay que añadir, en cambio, las limitaciones del dere-
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