rechazadas por los médicos pertenecientes a los gremios de aquella ciudad.
Ya en la Edad Media aparecen escritos cien- tíficos de popularización, redactados por mujeres y para mujeres. El más sorprendente opúsculo de esta especie procede de Santa Hildegarda. Este li- bro ha valido a la Santa censuras de los moder- nos, que critican la extensión de sus explicacio- nes. Desde luego, en su forma actual, el opúsculo produce una impresión bien extraña, incluso te- niendo en cuenta la peculiar sensibilidad medie- val y la gran ancianidad de la autora. La ya ci- tada Trótula escribió un. Manual de partos, con el título de De mulierís passionibus. En todos estos libros alienta el mismo espíritu y muestran idéntica forma que los escritos por los hombres. Pero hay un tema que cultivaron más las muje- res, aunque tampoco falta en las obras de los hombres: es el referente a las artes cosméticas. Mediante estos libros, llegamos a conocer hoy las más interesantes revelaciones sobre la toilette. Se enuncian todo género de píldoras y ungúen- tos; hasta rellenos de musgo llegaron a emplear- se para desmentir la falta de cabello. Sobre la po- sición considerable de las médicas dice bastante la presencia junto a la reina de Nápoles de una que fué su médico de cámara. No faltaron muje- res que se dedicaron a la Cirugía. El duque Car- los de Calabria dió licencia a la cirujana Fran-
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