estas condiciones; así en el caso señalado eran amparadas las viudas mientras no se volvieran a _casar. Aun en el comercio que, dada su organi- zación, implicaba grandes viajes, participaron las mujeres de Colonia.
Hay diferencias según las ciudades en cuanto al ingreso en los gremios. En Francfort el arte textil quedó, en general, en manos de los hom- bres. Sólo el cardado de la lana, el hilado, la fila- tura y confección de ovillos fueron dejados a las mujeres. En Constanza, los frescos de una casa patricia representan numerosas ocupaciones de la mujer. Donde tal vez tuvo más nutrida repre- sentación el sexo femenino fué en la sastrería. Al principio, no solamente confeccionaron la ropa de mujer, sino también la de hombre. En la «Canción de los Nibelungos» prepara Grimil- da, con sus doncellas, el vestido del héroe que va a partir.
Las mujeres en los monasterios de las ciuda- des. — Á pesar de su difusión, el trabajo de las mujeres en las ciudades medievales no bastaba a sustentar a todas. El jornal, además, era ínfimo, y grande la concurrencia del hombre. La falta de una ocasión para volverse a casar empeoraba la situación de muchas viudas con hijos. No falta- ron instituciones que, inspiradas en razones re- lisiosas, vinieron en su ayuda, repartiendo dine- ro y víveres, ropa y leña. Recibir estos dones
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