Página:Finke Mujer Edad Media.djvu/154

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piadosos no era desprestigio en la Edad Media; hasta se reputaba al mendigo como particular- mente grato a Dios. No sólo se estimula el de- ber de dar limosnas, sino que reiteradamente se insiste en que el mendigo es el verdadero bien- hechor, por cuanto abre al dadivoso las puertas de los cielos. En numerosos monasterios se daba diariamente de comer a las viudas.

Hubo, además, en las ciudades, diversas ins- tituciones religiosas que procuraron mitigar a la mujer la dureza de la existencia. Desde el sí- glo xi sorprende observar como, al crecer la población de las ciudades, aumenta el número de monasterios de religiosas. No dejó de influir en el fenómeno la aparición por entonces de las órdenes mendicantes, sobre todo de los domini- cos y franciscanos, que mostraron tanta predi- lección por el pueblo y fundaron en medio del pueblo sus establecimientos. A su sombra fue- ron naciendo muchos conventos de monjas; pero otras circunstancias contribuyen también a ex- plicar este incremento.

En tiempos anteriores, desde la época de los carolingios, cuando aún no había ciudades, exis- tían para las esposas e hijas de los grandes te- rratenientes y de los hombres libres, necesitadas de asistencia, antiguos establecimientos, funda- dos con el fin de proveer a las hijas de los no- bles pobres. Las clases bajas, siervas, estaban

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