Página:Finke Mujer Edad Media.djvu/159

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otorgan investiduras, condenan, dictan los docu- mentos con prerrogativas judiciales. A ellas se dirigen, con preferencia, para obtener su gracia cerca del emperador, alemanes y extranjeros, el dux de Venecia y el arzobispo de Maguncia. Muchos altos dignatarios debían a la protección de la emperatriz el cargo que ocupaban; para muchos, solicita la reina gracia del rey. No obs- tante las dudas existentes, la intervención de las reinas en el otorgamiento de los diplomas cons- tituye una muestra de su actividad y de su in- fluencia.

Es singular la función intercesora que ejer- citan las princesas y reinas, función en la que descubre Beyele, al final de la Edad Media, tanto un correctivo contra la severidad cruel de las pe- nas aflictivas, como un freno de la justicia crimi- nal, y también un peligro de la seguridad públi- ca. «Las súplicas de las nobles damas devotas no podían desatenderse», y entre las mujeres ningu- na podía intervenir con más eficacia que la es- posa del soberano. Nadie ha estudiado con ma- yor desconfianza la influencia política de las rei- nas cerca de sus maridos como el rey Roberto de Nápoles. Analizó todos los matrimonios de sus parientes desde este punto de vista. En un escrito laráo y muy personal, dirigido al rey de Aragón, acentúa el aforismo de Esdras: «Nadie es más fuerte que la reina». Manifestaciones singulares

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