ceptibles en otros productos literarios de la E.dad Media, pero que hasta entonces se había presen- tado con menos claridad y con menos crudeza, en oposición al ideal del ascetismo. Ahora esta emancipación de la carne llega a su pleno des- arrollo en la obra de Valla De voluptate; se de- clara que los goces sensuales constituyen el bien supremo y la mujer retrocede al puesto que ocupó en la antigúedad: las mujeres deben ser patrimo- nio colectivo; son encomiados de felices los pue- blos de la antisúedad que supieron encubrir la inmoralidad con un manto religioso. Esta última idea no la comparte Boccaccio, quien, por el con- trario, defiende la igualdad de la mujer y del hombre, viendo en la mujer el centro de la socie- dad. El entendimiento de la mujer, tanto si es culta como si es ignorante, simpática o antipá- tica, prudente O rastrera y astuta, puede equi- pararse al del hombre, y en la concurrencia a menudo vencerle. Su libelo Corbaccio no prueba nada en contra de esta afirmación nuestra. Es, en realidad, un poema en que se venga, con furia mortal, de una viuda con la que se había insi- nuado el poeta y que tuvo a bien burlarse san- grientamente de su amor y adhesión. Completamente nuevo es un género literario introducido por Boccaccio: la exposición de vidas femeninas. Cosa semejante no existió, ex profes- so, en la Edad Media. Hubo, sí, vidas de santas,
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