música. Nada caracteriza tanto esta época como la pasión popular por los músicos, poetas y jugla- res. Piénsese en la representación del cielo en el arte; según Fiesole y Bellini, en el cielo se toca y se canta. Una mujer no puede privarse de ejerci- tar su influencia sobre el hombre, sirviéndose de este medio tan adecuado, dice el libro de El Cor- tesano. A la música dedicaron las muchachas la mayor parte de su tiempo. Muchas princesas fran- cesas tuvieron su orquesta propia y algunas se hicieron retratar rodeadas de instrumentos musi- cales. Ein cambio, una forma moderna de cultura, el teatro, faltaba entonces casi en absoluto. Mu- chas gentes tenían aún como único espectáculo los misterios de la Edad Media, creaciones ins- piradas, con frecuencia, en escenas de la pasión. Sin duda, el Renacimiento inició el teatro mo- derno. Se representan comedias lascivas, siguien- do los moldes de los antiguos, sobre todo de Plauto. Conocidas son las creaciones equívocas del Cardenal Bibbiena y la parte que tomó la Curia en una representación. Dero en todo caso, por entonces sólo una pequeña fracción del mun- do femenino recibió impresiones procedentes del teatro; no tomaban parte las mujeres en las re- presentaciones. Como en los tiempos clásicos, los pocos papeles de mujer que salían eran repre- sentados por hombres.
Resultados. — Por lo que se refiere a los re-
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