sultados de la nueva cultura y a la posición de la mujer en el Renacimiento, vemos, por lo pronto, que, sin contar las religiosas y las pocas mujeres escogidas, como las había en la vida medieval, hay ahora una gran cantidad de mujeres cultas y muchas de ellas ilustradas y doctas, por lo me- nos en los países latinos. No sería posible enu- merarlas todas. Basta tener presente que el latín hablado y escrito era cosa corriente para una se- rie de hijas de príncipes y de burgueses; y mu- chas de ellas podían competir con los hombres y aun con los sabios en su manejo. Hay casos ais- lados de mujeres tan enamoradas de la ciencia como Isotta Nogarola, amiga del humanista Guarino, que renunció al matrimonio para po- der consagrarse a los estudios. Particularmente en España brillaron algunas damas de la alta aristocracia en la ciencia, ya como políglotas, ya como maestras de retórica. También en las artes plásticas se ejercitaron algunas, con mayor o me- nor fortuna.
Con más relieve que antes se percibe el in- flujo intelectual y moral de la mujer renacentista sobre los hombres que giraban en torno suyo. La influencia de Vittoria Colonna se percibe hasta en los más elevados círculos eclesiásticos; inclu- so un coloso del espíritu como Miguel Angel se postra ante su elevación ideal y aprende de ella. Durante una generación se perciben en la vida
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