Página:Finke Mujer Edad Media.djvu/58

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para dar su consejo sobre problemas espirituales. Las correspondencias conservadas muestran que estas relaciones eran muchas veces provechosísi- mas para ambas partes. En ocasiones ascienden estos vínculos, como muestra el ejemplo de la hija de Carlomagno, al plano de una cordialidad personal y aun de una relación amorosa. Por lo general, sin embargo, la diferencia de clase, a la que aquella época era muy sensible, vedaba un tono de mayor confianza. El tráfico espiritual de estas talentudas reinas y princesas — por ejem- plo, de la duquesa Eduvigis de Suavia — con sa- bios del corte ascético y santo de Anselmo de Canterbury y Bernardo de Claraval, se mantuvo probablemente dentro de un marco patecido a la relación que siglos después sostuvo Descartes en la corte sueca con la reina Cristina, o Leibnitz, en la corte de Hannover, con damas principescas, tratando de problemas científicos.

De estos círculos surgió, en la época carolingia, una amplia producción literaria: una madre, he- rida en sus más sagrados sentimientos, abre el corazón a su hijo. Duoda, la esposa abandonada del duque Bernardo de Aquitania, da reglas de vida a su hijo, de dieciséis años, Guillermo. Siempre estará libre para él el puesto en el cora- zón de su madre; que acuda el hijo a ella, con tanta frecuencia como una mujer a su espejo, es lo que ella quiere. Que honre al padre, que sirva

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