Página:Finke Mujer Edad Media.djvu/59

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fiel a su señor, que sea amigo de sus iguales y generoso siempre con los pobres. Esta es la quin- taesencia de sus preceptos. Enseña además al hijo hermosas oraciones, y le aconseja que, aban- donando los cuidados de la vida, se retire con frecuencia a la soledad de los libros.

Se comprende fácilmente que de la educación privada, coexistente con la de los monasterios, tengamos muchos menos rastros. No faltan, sin embargo, los testimonios. No me refiero tan sólo a la educación en la Schola palatina, en la que Carlomagno hacía educar a las mujeres de su corte, encomendándolas al filólogo Alcuino, al poeta Teodulfo y a otros sabios; allí se citan los nombres de su mujer Liutgarda, de su hermana Gisela y de sus hijas Gisela y Rigteudis. Me re- fiero, sobre todo, a la noticia de que las hijas de un sabio, Menegold, en el tiempo de los empera- dores Salios, tuvieron una escuela propia; y me refiero, especialmente, al ejemplo de la genial Eloísa, a la que su tío, el canónigo Fulberto, puso el maestro laico más diestro, más sabio, más ele- gante y más seductor de todos los conocidos: Abelardo. De él obtuvo Eloísa sorprendentes co- nocimientos filosóficos y teológicos. Las conse- cuencias son conocidas: Floísa llegó a ser la amada y musa de Abelardo.

El programa de educación de Pedro Dubois. — Aislado y sin consecuencias se mantuvo el pro-

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