Página:Finke Mujer Edad Media.djvu/65

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deberes se transforma: hasta entonces, condena- ción del mundo; ahora, goces del mundo. Lo uno sustituye a lo otro en el orden de las obligacio- nes. Es característico, en efecto, de esta nueva dirección su sentido afirmativo de la vida, no ya sólo enérgico, sino casi siniestro. Lo que hasta en- tonces había dominado en la literatura de orien- tación teológica se denomina ahora «aspiración antinatural». En violenta oposición a la charitas religiosa, proclámase el amor como fuente y ori- gen de todos los bienes ideales. El reflejo lite- rario de este movimiento es la poesía amorosa. Es el acontecimiento más sorprendente de la historia. Desde la antigúedad, la lírica había en- mudecido. También bajo el cristianismo se ha- bía cantado y se había rimado; pero las huellas de estos cantos y rimas se han borrado casi en absoluto. En casi todos los países occidentales la poesía consistía en cantares religiosos o epope- yas de carácter análogo. Y de pronto brota la primavera de los cantos amorosos de los trova- dores. Florece el mundo, los prados se cubren de flores, el cielo refulge y el amor persevera. Cien gargantas cantan y refieren siempre lo mismo: en el Norte frío de Alemania, en la soleada Provenza, en Ítalia, en la Península ibérica. Y lo más característico es que el primero y casi único fin de esta nueva poesía es la alabanza a la mujer; consagrarse a su culto es la virtud ca-

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