juicio seguro sobre la significación y amplitud de la cultura de la mujer en la Edad Media no es cosa fácil, aun cuando se prescinda de la uni- lateridad y estrechez de la cultura medieval, co- mún a ambos sexos. Sobre todo no sabemos nada de lo referente a su amplitud, si las muje- res consideradas como cultas educaron y enseña- ron a sus hijos, y si su marido, no obstante las restantes solicitaciones, tuvo en la mujer una compañera. Referencias sobre el tipo medio fal- tan y han de faltar siempre; ni siquiera posee- mos datos sobre el tipo medio de cultura, en un período determinado, de un clérigo medieval. En la Edad Media no había exámenes ni notas. ¿Hasta qué círculos llegó a penetrar la cultura? Que la materia de la doctrina cristiana, y aun la especulación dogmática, no fué ignorada por las bajas capas populares y con ellas las mujeres, nos lo dice, con referencias interesantes, la lite- ratura de las leyendas de la época. ¿Por qué en este punto concreto habría de suceder cosa dis- tinta de la que hoy sucede, cuando vemos que hay mujer del pueblo que siente en su corazón la historia del Salvador y la refiere a sus hijos con más claridad y emoción que muchas personas cultas? Ahora bien, si circunscribimos el concepto de cultura a su significación usual, hemos de de- cir que la sociedad de la alta Edad Media, sobre
todo en Alemania, vivía solitaria en sus granjas
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