raciones después, bajo Gregorio VII, aparecen sus transformaciones prácticas, con la lucha de las investiduras, que pareció conmover todo lo existente; y a ella siguen las terribles luchas en- tre el Papado y el Imperio. Las mujeres fueron entusiastas partidarias del ascético gregorianismo. La gran condesa Matilde lo sacrifica todo al ideal de la reforma. La madre de Enrique IV, Inés, que se encontraba en Roma, presencia con cora- zón inflamado la deposición de su hijo. La pro- genitora de la casa reinante de Baden, después de haberse consagrado a la vida ascética, como su esposo, camina errante con el Papa fugitivo por el Sur de Italia, y allí perece lejos de su pa- tria. El primer gran movimiento popular religio- so lo inician entonces campesinos del Sur de Alemania; mujeres y niñas abandonan en masa los hogares y se adhieren con ímpetu al movi- miento monacal. He aquí ahora otro cuadro: En la corriente pacífica del pensamiento irrumpe, revolucionario, Abelardo. Su persona y su des- ventura, como también su producción intelectual, no pueden separarse de la personalidad y del ca- rácter de Eloísa. El contrapunto de la escolás- tica es la mística; sus representantes más ilustres fueron hombres como Bernardo de Claraval, Ek- kehard, Tauler. Pero durante decenios consecu- tivos algunas mujeres alemanas imprimieron en la mística su poderosa influencia. La creación del
= 18 —
