Página:Finke Mujer Edad Media.djvu/89

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tes fué divorciada por los obispos y los nobles, con el pretexto de próximo parentesco. Con ra- zón el Papa Inocencio 11 calificó aquellas nego- ciaciones de burla y comedia. Ingeborga misma no sabía lo que se estaba negociando. Cuando un intérprete le comunicó la sentencia, exclamó llorando: —¡Mala Francia, Roma, Roma! Quería apelar ante el Papa. El Papa, ante quien recu- rrió en tiempos posteriores, fué el más enérgico de la Edad Media, Inocencio TI. Las embajadas se suceden, y con ellas escritos llenos de amena- zas y de conminaciones. En 1204 impone el Pon- tífice, durante largo tiempo, la interdicción sobre Francia. Con ella se interrumpen los servicios divinos, se suspende la actividad religiosa; las campanas enmudecen, el pueblo se lamenta. Pero el soberano permanece inconmovible. El destino de Ingeborga, su prisión durante quince años, ha sido descrita por ella misma a Inocencio 111 con palabras conmovedoras: cómo Felipe Augusto, mediante la soledad y el disgusto, pretendió ma- tarla; cómo sirviéndose de hipócritas consejeros la desorientaba; cómo le negó incluso el apoyo y el consuelo de la religión. «A mi presencia no puede llegar persona alguna, ningún mensajero de mi patria con cartas y embajadas; se me tasa hasta el más indispensable sustento; no puedo recibir medicinas, ni a nadie que se ocupe de la salud de mi cuerpo; no me es lícito sangrarme,

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