solución. A lo sumo hubiera podido reducir, como se ha hecho en tiempos modernos, el nú- mero de impedimentos fundados en el parentes- co; pero entonces los maridos violentos hubieran acudido a medios aún peores que la prisión para doblegar a las mujeres odiadas; como es induda- ble que algunas soberanas fueron eliminadas violentamente. Recuérdese la nuera — en parte culpable — de Felipe el Hermoso, de Francia. En todo caso, la indisolubilidad del matrimonio no dejó de ser una ficción en los círculos más eleva- dos de la Edad Media.
Los Papas casamenteros. — Quien recorra la correspondencia de los Papas medievales, encon- trará centenares de cartas con amonestaciones y amenazas en cuestiones matrimoniales, desde la época de los Carolingios, desde Lotario IÍ y su libertinaje matrimonial, hasta los días del Rena- cimiento. No siempre, como hemos dicho, fué su intervención eficaz. De nada servían quejas, con- minaciones y penas espirituales ante el frenético hervor de la pasión. A lo sumo, graves disonan- cias políticas fueron la consecuencia. No puede desconocerse, sin embargo, el gran valor que tiene el hecho de que una gran fuerza moral aspirase a resolver estos enredos.
La intervención del Pontificado ejerció, por otra parte, la mayor influencia en la política ma- trimonial, determinando los enlaces más reco-
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