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MUJERES DE AMÉRICA

gran severidad entre los soldados españoles.

El teniente Vázquez Amblart comprendía que era lógico aquel deslicillo de la tropa: en primer lugar porque la hermosura arrebatadora de la india del Camagüey produce una sensación incontrarrestable: el instinto varonil, que ha dominado siempre al hombre en todos los países y durante todas las generaciones, dominaba, lógicamente, á los soldados allí; iban hambrientos de amor, sosteniendo á cada minuto una lucha de azar con la muerte, llevando una mochila aniquiladora de penalidades en el alma, y en justicia, claro es que se hacían disculpables sus arrebatos de amor; además había otro detalle que atenuaba su falta, el detalle de que, aquellas campesinas no hacían gran aprecio del honor, porque no era esta cualidad especial, ni mucho menos, dados sus hábitos licenciosos y sociales: sabido es que las negras en Cuba viven en sus bohíos hacinadas y en montón, en cruda promiscuidad, durmiendo juntos los individuos todos de la familia, sin que ni el temor al incesto llamase á las puertas de su pudor.

Y aquella noche tuvieron los soldados que dormir allí. Los negros, pusilánimes siempre porque conservan todavía restos lamentables de sus respetos ante la creencia de la inferioridad de raza, transigieron refunfuñando y se