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á los primores y atildamiento en la dicción de la erudita y letrada.

La l no se intercala cuando el ض‎ está precedido de ai ó de r: alfaide de alfaid, alarde de alard. Dozy señala como excepción el nombre propio Albelda de Al-baida.

Delante de la x en medio de dicción se intercala una i ó n: eixaqueca, enxaqueca de ax-xaquica, eixalop, enxarop de ax-xarab. Cf. ensayo, enxiemplo, enxambre de los latinos exagium, exemplum, examen, y v. Diez, Gramm., I, 268. La consonante final del nombre mal percibida se encuentra á veces reemplazada arbitrariamente por otra distinta: alfenim, alfeñique de alfenid, anexim de anexir, fatexa de jattéf. En cuanto á adalid, anexir, alacral y alacran, las creo transformaciones regulares eufónicas del dal y el ba.

De la metátesis ó transposición de las letras, fenómeno que se observa en los mismos vocablos arábigos (v. á Fr. P. de Alcalá, Vocabulista, y á Dombay, Grammática linguæ Mauro-arabicæ, p. 7 a), no deja de haber ejemplos: cica por quisa, albahaca por alhabaca, adelfa por adefla, aunque esta última voz es forma vulgar arábigo-hispana, que se encuentra en el Diván de Aben Cuzmán.

II. Vocales.

El fatha fué transformado en a, e, i, o: alhandal, aceviche, adijije, algeroz.

El ma prefijo, que sirve para formar los nombres de lugar, se convierte en mo, mu: almohalla, almuzara. Esta regla no es, sin embargo, constante, pues el ma se conserva muchas veces: almahalla, almadraba, almancebe.

La a larga se halla representada por la a, e, i (pronunciación corriente, aunque sin obedecer á una regla segura cierta, por razón de la iméla, entre los moros granadinos, como puede verse en Frai Pedro de Alcalá) y o: açaya, aceohe, acige, almofrexe.