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VIII
 

otra parte, nunca, ni en ningún período de la historia nacional, se puede en justicia adjudicar á la raza árabe el honor que le dispensa Engelmann. La cultura hispano-muslímica, como lo advirtió Masdeu [1], y lo ha evidenciado con argumentos irrefutables el ilustre orientalista D. Francisco Javier Simonet [2], no fué obra de los árabes invasores, sino de los renegados cristianos, de los muladíes, de los judíos y de los mozárabes, los cuales, midiendo por su alteza intelectual la rusticidad y encortezamiento de sus nuevos señores [3], comenzaron por ser los manipuladores del erario público [4], los consejeros de sus emires y califas [5], los

  1. Historia crítica de España, XIII, 161, 162 y 173. Del propio parecer es el doctísimo D. Aureliano Fernandez Guerra, el cual, en la pág. 58 de la Contestación al Discurso de ingreso en la Real Academia Española de su hermano D. Luis, nos dice: Es hoy cosa del todo averiguada y resuelta no deberse atribuir en manera alguna á los árabes de Oriente la gran civilización que allí hubo, pues toda entera pertenece a los antiguos pueblos cristianos, avasallados y oprimidos por los sectarios del Corán en tan alongadas regiones. Lo mismo hay que decir de España.
  2. V. Simonet, De la influencia del elemento indígena en la civilización arábigo-hispana, artículos publicados en el tomo IV de la revista católica la Ciudad de Dios, su Historia (inédita) de los mozárabes de España y la Introducción al Glos. de voc. ibér. y lat.
  3. Era tal la ignorancia del pueblo musulman en la época de la fundación de su imperio, cuando se enseñoreó de las demás naciones, y la influencia del Profeta y del Alcoran hizo desaparecer la ciencia de los antiguos, que se revelaba en todas sus inclinaciones y en todos sus hábitos. Aben Jaldún, Proleg., III, 276 del texto y III, 304 de la trad. Como ejemplos de su tosquedad y rudeza léese en la misma obra (I, 310 del texto, y I, 351 de la trad.): «Cuéntase que (cuando los árabes vencieron á los persas) tomaron por piezas de paño las almarregas ó almohadas que les presentaban, y que habiendo encontrado alcanfor en las alhacenas ó almacenes de Cosroes, las emplearon, en lugar de sal, en la masa de que hacían el pan.»
  4. V. Aben Jaldún, Proleg., II, 5 y 6 del texto, y II, 6 de la trad.
  5. V. Alberto de Circourt, Hist. des maures mudexares et des morisques, I. Según Aben Hayan, citado por Aben Aljatíb en su Introd. á la Iháta, el conde Ardebasto, jefe de los agemies y receptor de los impuestos para los emires de Córdoba, lo fué en cierta ocasión de Abul Jatár.