Página:Glosario etimológico de las palabras españolas (1886).djvu/9

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
IX
 

cultivadores de sus artes y de sus ciencias [1], la flor y nata de sus poetas y retóricos, el espejo de sus historiadores, y, finalmente, el núcleo, migajón y alma de aquella civilización refinadamente sensual y materialmente espléndida que produjo las maravillas arquitectónicas de la gran Aljama de Córdoba y de la Alhambra de Granada [2]. Si los árabes, cuya incapacidad para el ejercicio de las artes y de las ciencias reconoce el mismo Aben Jaldún, hubieran sido los fautores de aquella civilización ¿cómo se compadece que el África, presa también de su dominio, vegetase en la barbarie [3] hasta que los españoles le comunicaron su cultu-

  1. Es un hecho digno de consignarse, léese en Aben Jaldún (Proleg., III, 270 del texto, y III, 296-297 de la trad.), que la mayor parte de los sábios que se han distinguido entre los musulmanes por su habilidad en las ciencias, ya religiosas, ya intelectuales, eran extranjeros. Los ejemplos en contrario son por extremo raros; pues hasta los que de entre ellos referian su origen á los árabes, se diferenciaban de este pueblo por la lengua que hablaban, por el país en que fueron educados y por los maestros con quienes estudiaron. Y más adelante nos dice (III, 278 del texto, y III, 306 de la trad.): La mayoría de los sábios entre los musulmanes eran agemies, con cuya palabra he querido designar á los que eran de origen extranjero.
  2. Interrogados los embajadores de D. Jaime II de Aragón por su Santidad Clemente V, á la sazón del concilio general de Viena, sobre el número de habitantes que contaba Granada, contestaron que montaban á doscientos mil, no hallándose quinientos que fuesen moros de naturaleza, pues sobre cincuenta mil renegados y treinta mil cautivos todos los demás eran hijos ó nietos de cristianos. Este dato importantísimo se halla corroborado por Hernando de Baeza, asistente á la córte de Boabdil, citado por Hernando del Pulgar en su Tratado de los reyes de Granada y su origen, el cual nos asegura que de doscientas mil almas que había en la ciudad de Granada, aún no eran las quinientas de la nación africana, sino naturales españoles y godos que se habían aplicado à la ley de los vencedores. No es, pues, de maravillar que Boabdil, que conocía también la lengua castellana, invitara á Gonzalo Fernandez de Córdoba á que arengase á los habitantes del populoso arrabal del Albaicin, pues alli habia aljamiados y assaz declaradores. V. Hernan Perez del Pulgar, Breve parte de las azañas del Gran Capitan, p. 158-159, Madrid, 1834.
  3. Cuando los árabes conquistaron el Ifriquia y el Magreb se hallaban en uno de los períodos de la civilización nómada, y los que se establecieron en este pais no encontraron nada en él de una cultura sedentaria que