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El canto de las sombras

Que ella ha visto desmayarse en los jardines muchas hojas, en las tardes andariegas, y esfumarse un pensamiento en los confines como un pájaro celeste que se ausenta.

Que ha bebido el luminario de los astros en el vuelo de unas alas semietéreas, y que ha visto brotar rosas en los rastros que dejando va Cupido por la tierra.

Que ha sentido de la oscura catacumba entreabrirse el tumulario, y surgir muertas las ebúrneas prometidas de la tumba, que tuvieron ilusiones y que esperan...

Y en tan grata confesión, embebecida, me conducen, me perfuman y me llevan. ¿Quién recuerda en este instante de la vida ? Todo es cielo, todo es Dios. ¡todo poema!

Es la hora de las Híades; llorosas vuelven todas al profundo de las selvas, y me cuenta Urania, triste, muchas cosas de esas pobres que ya nunca se consuelan.

Eros surge entre las sombras y me mira. Un moral está sangrando en la tiniebla, vierten galas los ramajes, y en la pira el incienso expide aroma de violeta.

Cruza Diana, de Endimión enamorada, hacia el antro de la gruta en que la sueña. Si perdió su castidad por ser amada una Diosa, ¿qué mortal no la perdiera ?

Y yo siento que se arroban mis sentidos, que me llaman sobre el mundo cosas nuevas. Pero sigo... por los bosques adormidos, recostando sobre Euterpe la cabeza...

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