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El canto de las sombras
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Y vése luego, cuando el abismo flota en los huecos de su garganta y por las rejas de los palmares huye el coloquio de amantes hadas; sobre los valles extremecidos, cual tenue gasa que se disipa, que se recoje con giros de ala, que duda y piensa, que se aventura y al fin se apaga; lenta, muy lenta flotar el alma, la astral silueta de aquella novia toda balsámica, que vá a asilarse como una estrella en las penumbras desfallecientes del indo Cauca.
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¡Pobre María! ¡ Cuánto te he amado, cuánto te amara! —Efraín dijo—y ella murióse mientras los valles hicieron eco de estas palabras.
Y desde entonces, todas las noches hay en los bosques epitalámicos, como una orquesta de [mustias arpas...