Página:Historia de Cristóbal Colon y de sus viajes - Tomo I (1858).djvu/201

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y cuyos solos pensamientos eran leyes para ella; contra todas las apariencias en fin, comprometia su palabra en favor de un extranjero. Examinando con detenimiento la repentina mutacion de la reyna, mutacion no menos repentina que firme, se advierte que envuelve algo de misterioso e indescribible, como la empresa de que iba a ser el alma y la protectora.

El Padre Marchena que, venciendo su repugnancia al fausto y al bullicio de la corte, estuvo durante algun espacio al lado de Isabel, para defender su gloria y la de la Iglesia, apoyando a su amigo, tranquilo ya por esta parte, tornó enseguida a su solitaria y humilde celda.[1]


III.


Cuando llegó Colón a la corte, fué recibido con grandes honores, acojiéndolo Isabel con tales muestras de afecto que bien pudieron hacerle olvidar en el acto sus pasados sufrimientos. En aquella hora se trazó la primera línea de la mision de Cristóbal; porque de allí en adelante la reyna sola fué el ánjel tutelar de la empresa, ya que su cauteloso y desconfiado marido; a pesar de que ponia su firma en las disposiciones de ella conforme a lo convenido, permanecía extraño a la expedicion. Asi es que, como esta se costeaba exclusivamente por la reyna de Castilla, mientras vivió, solo los castellanos tuvieron derecho de establecerse en los paises que se descubrian.[2]

  1. "El padre Fray Juan Pérez se volvió desde la corte dejando ya el negocio asentado, etc." Fray Pedro Simón. Noticias historiales de las conquistas, etc. Prim. notic, cap. XIV. núm. 3.
  2. Oviedo y Valdes. Historia natural y General de las Indias, etc., lib. III. cap. VII.