Página:Historia de Cristóbal Colon y de sus viajes - Tomo I (1858).djvu/306

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y las bujerías con que habían de procurarse oro; recomendando particularmente á los buenos oficios del cacique los tres jefes superiores.

Dejaba pues el almirante álos españoles bajo las mejores condiciones que pudieran apetecerse: aprestados con abundancia de todo lo necesario para la vida, su conservación y defensa, en el seno de un pueblo amigo, y protejidos por un monarca jeneroso y bueno.

Antes de separarse de ellos les dijo Colon el discurso mas tierno que jamas haya dirijido un padre á sus hijos. Les dio consejos admirables, llenos de saber y previsión, les hizo presente el glorioso fin del descubrimiento: la propagación de la fé; les pidió que estudiaran el idioma de los naturales y procurasen atraerlos al cristianismo con sus ejemplos y enseñanza; les mandó en nombre de los reyes prestaran obediencia á los oficiales que habia investido con sus propios poderes; les recomendó guardasen las mayores consideraciones al soberano de la nación, que evitaran las disidencias con su pueblo, que respetaran á las nnijeres, que nunca se separasen, ni fuesen solos, que durmieran siempre en el fortin, y sobre todo que no estralimitaran las hospitalarias fronteras del rey que los acojia.

Al recojer los ecos de la elocuente exhortación rebosando la solemnidad y grandeza casi bíblica que nos han transmitido los historiógrafos Herrera y Muñoz, no podemos menos de esperimentar una emoción profunda; pero al recordar los sucesos que poco después sobrevinieron, quedamos admirados de la previsión de Cristóbal, y descubrimos en ella una superioridad de alcances, que escede con mucho á lo permitido al hombre.

El 2 de Enero se despidió Colon del cacique, dándole al marchar otra camisa y unos borceguíes rojos, poniéndole al cuello un collar de piedras africanas, sobre las espaldas un manto escarlata, y en el dedo un anillo de plata, metal que él prefería al oro. Lo abrazó con cariño fraternal, y Guacanagari, que lo amaba cual