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Historia de un amor turbio

No me dijiste nada.

—Sí... no sé.. quise siempre. decirtelo, desde la primera noche; pero no tuve valor...

—Perfectamente; pero por qué no—te—ní—asvalor?

Acentuó tanto la atormentada duda de la pregunta que Eglé irguió la cabeza y lo miró desesperada de tanta insistente tortura. Echó el brazo atrás buscando el banco y se dejó caer, la cara en la mano.

—Sin embargo, eso no es respuesta. Dime esto, nada más:

más: por—qué—no—tu—vis—te—valor para decirme ?

—No, por favor!...—gimió Eglé, volviéndose al otro lado. Pero Rohan tenía tras él tres días de emponzoñada amargura, y cada noble evasiva de Eglé era una nueva inyección de veneno en la herida abierta.

—Eso no es responder! No es!... Qué diablos! Cuando uno compra una cosa tiene el derecho de saber si ha sido usada ó nó!