Oh!—exclamó Eglé, doblándose de brazos sobre el respaldo. Rohan se dió cuenta entonces de toda la brutalidad de lo que acababa de decir. Rabioso, comenzó á pasearse. En cada vuelta la miraba — siempre la cara oculta. «La he herido horriblemente. Si ha sido usada»... Y al percibir intimamente que era á ella, á ella á quien concluía de decir eso, á su Eglé adorada, sola en el banco, la violenta reacción empapóle los nervios en liquidada ternura de arrepentimiento. La rodeó estremecido:
—Eglé... mi alma... perdón... perdóname...Sintió en sus manos el calor de los brazos de Eglé y esta sensación, exclusivamente carnal, acrecentó la pureza de su ternura.
—Bueno, mi vida... perdóname, mirame...
Atraíala á sí y Eglé cedió, aunque con los ojos cerrados. Temblaba en Temblaba en un escalofrío constante. Rohan levantóle la frente á la fuer{