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Historia de un amor turbio

ya agotado, por otro lado. Durante el resto de la visita Diaz habló poco, aunque se notaba claro la nerviosidad que le producía á él mismo su hurañía. Al fin se fué. Posiblemente trató de hacerme perder toda mala impresión con su afectuosísima despedida, ofreciéndome su apellido y su casa con un sostenido apretón de manos lleno de cariño.

Lugones bajó con él, porque su escalera ya oscura no despertaba fuertes deseos de arriesgarse solo en su perpendicularidad.

—Qué diablo de individuo es ése? — le pregunté cuando volvió. Lugones se encogió de hombros.

—Es un individuo terrible. No sé cómo esta noche ha hablado diez palabras con Vd.

Suele pasar una hora entera sin hablar por su cuenta, y ya supondrá la gracia que me hace cuando viene así. Por otro lado, viene poco.

Es muy inteligente en sus buenos momentos.

Ya lo habrá notado porque oí que conversaban.