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Historia de un amor turbio

largamente cabeza y cara en agua fría. Sin apetito ninguno é imposibilidad de tomar alimentos líquidos, sentía repugnancia por el café con leche, té con leche, cualquier cosa análoga. Lo único que toleraba, y aún le hacía bien, era el café solo. Asimismo sentía náuseas en seguida, que llegaban á veces á regurgitaciones de flemas ácidas.

Salía después. Caminaba un rato despacio, sin ánimo para nada. Volvía á almorzar sin apetito, repugnado. Le era imposible comer los platos de su casa. Iba á un restaurant, recorría la lista buscando uno que le agradara, sin encontrarlo casi nunca. Masticaba indefinidamente, no resolviéndose á tragar.

Llegaba al postre como á una liberación. Los dulces le daban náuseas; las frutas, en cambio, eran una delicia para él.

Retornaba á su casa en ómnibus, la cabeza pesada, los ojos irritados. Entonces comenzaban las horas fuertes. Las manos, sobre