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Historia de un amor turbio

luego en la mesa; en la estación, un momento antes, ciertas miradas de fugitiva y honda fijeza y que Eglé había tenido la precaución de disimular todo lo posible. Él conocía de sobra esa expresión en sí mismo para equivocarse. Esta noche me quiere, se dijo.—Y el demonio de la impulsividad que nos ha hecho perder muchas ocasiones por no contemporizar, le subió á la boca.

—Oyó?—le preguntó.

—Eglé! llamó la madre de atrás en ese instante. La joven se volvió.

—Qué?

—No caminen tan ligero......

— Oí — respondió mirando á su madre, y 1 agregando sin pausa:

Bueno, ya vamos á llegar.....

Rohan vió por tercera vez el camino abierto, pero recordó también los desencuentros anteriores. Apenas le diga algo concreto, se va á cerrar de nuevo. Sentíase rabioso -