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HISTORIA DE UNA ANGUILA

—¡No he hecho ninguna trampa! ¡Mientes! Andrei palidece, contrae la boca y ¡pan! le da a Aliocha un golpe en la cabeza. Este abre desmesuradamente los ojos, salta furioso encima de la mesa y a su vez le da a Andrei un bofetón... Se reparten algunos cachetes más y se echan a llorar... Sonia, que no puede soportar horrores semejantes, llora también y el comedor retiembla de sollozos. Pero no crea usted que el juego termina por este motivo, No transcurren cinco minutos sin que los niños vuelvan a charlar pacíficamente y a reír. Las caras están aún llorosas; pero a pesar de esto sonríen. Aliocha está satisfechísimo; ¡ha habido pelea!

En el comedor entra Vasia, el colegial de quinta clase. Su aspecto es dormilón y desencantado.

—¡Es abominable!--murmura notando cómo Gricha tienta su bolsillo, en que suenan los copecs—. ¡Cómo se puede dar dinero a los niños y permitirles jugar a juegos de azar! ¡Buena educación!... ¡Abominable! ¡Abominable!

Pero los niños juegan con tanto afán, que le asalta el deseo de probar también su suerte y de distraerse con ellos.

—¡Aguardaos un momentito, yo jugaré también!

—Pon un copec.

—¡Ahora!—dice buscando en sus bolsillos—. No tengo copecs; tengo un rublo. ¡Pongo un rublo!