pertinaz borrasca que duró siete dias sin pausa alguna de bonanza. Esparciéronse las naves, y aunque forcexó la Almiranta por recogerlas los primeros dias, no pudo venzer la fuerza de los vientos. Siguió el rumbo de la Capitana, asta que un dia vieron nadar sobre las embravecidas olas muchas caxas, tablazon y pedazos de otras tablas pertenecientes a la fabrica de los navios. Perdiéronse la Capitana y el Patache, perecieron con toda la gente el gobernador don Iñigo de Ayala y el Almirante Nodal, que pocos dias antes avia passado a la Capitana como el principal consejero y mas cientifico en aquella navegacion, que le avia hecho el año antecedente con singular prosperidad, quando acompañó a su hermano Bartholomé Garcia Nodal en el reconocimiento del estrecho de San Vicente.
La Almiranta corrió con poco trapo cuatrocientas leguas la mar afuera. Llebaba mas de doscientos hombres, soldados y marineros, faltaban las vituallas y las estrecharon a media libra de viscocho y medio cuartillo de agua cada dia para cada hombre, sin otra cosa alguna, recelándose que aun de esta pequeña racion avian de carezer, pues la tormenta se continuaba por tan dilatados mares, que tarde o muy difficilmente podrian coger puerto. Determinaron los que gobernaban arroxar a la mar cincuenta hombres de los mas quebrantados de salud y fuerzas; estando, ya para executarlo se aplacó la tormenta y desistieron de tan desesperada determinacion. Desde entonces soplaron favorables los vientos, hasta conducirlos en el Rio de la Plata y puerto de la Ciudad de Buenos Ayres, donde se desembarcaron ciento y cincuenta y cinco infantes españoles que obedecian al Capitan D. Miguel Sesé, caballero de muchas prendas.
Vino tambien el Capitan Salgado, que hizo leba de doscientos y treinta y dos hombres en Sevilla, y aviéndose embarcado con vn buen trozo de su compañia en el Patache, le desterró D. Iñigo a la Almiranta y le suspendió del exercicio de su officio porque, contra el vando militar publicado en el puerto de S. Lucar, avia embarcado a su amiga, a la qual mandó dexar en el Brasil. El mercader Francisco Manduxana tubo gruesas ganancias de sus mercancias, de que cargó mas a esta nave que a las otras. Alli en Buenos Ayres se encendieron pesadas discordias entre el Gobernador y el Capitan Sesé, porque el Gobernador les daba muy escasos los bastimentos, como si fueran extraños, y qualquier delito de los soldados le grababa con demasiada severidad. Y Sesé llebaba mal que despues de tantos trabaxos no fuessen sus soldados tratados con el agasaxo que se debia. Por esta causa trató luego de passar a Chile, a donde llegó con noventa y cinco hombres, que los demas faltaron por enfermos y fugitivos. De esta pequeña tropa he conocido algunos que en esta guerra han ocupado honrrosos puestos, de quienes me informé de lo referido.