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DIEGO DE ROSALES.

adoro de su historia y por la dulzura con que la hizo sabrosa, ni por ser las cosas grandes y no vistas en otras naciones se deben calificar por mentirosas.

Y yo confiesso que a no aver visto por vista de ojos muchas de las cosas de esta historia y a no aver tenido relaciones tan verídicas de personas que se hallaron presentes a los sucessos que en ella se refieren, no me atreviera a escribirla por no incurrir en la nota de menos puntual. Y aun con aver estado tantos años doctrinando los indios Araucanos, los de Tucapel, Paicabi, Boroa, Tolten, Imperial, Villarrica, y aver discurrido por toda la tierra, desde Santiago a Chiloé, aver passado la cordillera dos vezes y puesto en paz a los Puelches y peguenches, comunicado con hombres muy entendidos de sus usos, costumbres, ritos y ceremonias, y examinado diligentemente los sucessos de la guerra y acompañado muchas veces el exército, que todas son circunstancias que acreditan mucho la verdad, temo, segun son los pareceres de los hombres y las inclinaciones a censurar, que algunos pondrán duda en la puntualidad. Mas puedo asegurar que me he preciado de ella y afectádola con todo cuidado, ya por mi profesion, ya por mis años y ya por castellano, que en la sinceridad de la verdad y en la puntualidad tienen mucho crédito adquirido los que lo son.

Llegando pues a examinar la causa de el valor y extraordinario esfuerzo de los Indios de Chile, demas de las referidas, sienten bien algunos que los Españoles con quienes han tenido porfiada guerra los han enseñado a pelear y los han hecho tan animosos y valientes, y que antes, al principio de la conquista, eran mas humildes, mas cobardes y menos altivos. Y no dudo, sino que será assi, que muchas estratajemas de guerra han aprendido de los Españoles, mucha animosidad han cobrado con su comunicacion, mucho teson en la guerra han aprendido de su valor y constancia, y de muchas armas se han pertrechado con su comercio, y muchas han adquirido con sus victorias y despoxos; pero como el valor es natural y el animo no tanto se adquiere como se nace con cada uno, no se les puede negar a los indios de Chile, que es nativa la valentia y propia la animosidad y furor belico que tienen, pues antes que viniesen los Españoles a conquistarlos la mostraron con los Generales y Indios que embiaron los Reyes Ingas de el Perú para sugetarlos a su imperio, no consintiendo sobre si yugo de ningun monarca, sacudiéndole de si con esforzada valentia; y con aver estos Reyes sugetado muchas naciones y provincias a su imperio, no pudo su gran poder sugetar a los chilenos, aunque a la fama de sus ricas minas embió numerosos exercitos.

Tratando de este punto, Garcilazo, autor grave y verídico, dice: que el Rey Inga Yupangue, decimo Rey del Perú, con el deseo de conquistar el Reyno de Chile y sobervio con las victorias de lass provincias que avia sugetado a su imperio, se puso en los confines y ultimos terminos de el suyo, que fue en Atacama, y de alli embió sus exercitos, aviendo primero embiado sus esploradores y espias por las ochenta leguas que ay de despoblado, para que de cada dos leguas volviessen dándole avisos de lo que iban descubriendo, como lo hizieron, succediéndose los unos a los otros y dexando sus señales en los caminos que sirviessen de guia a los que iban de nuevo.

Embió primero diez mil hombres a cargo de el general Sinchiruca y dos maestres de campo de su linage Real, porque no quiso fiar de otros empresa tan grande. Llegó esta gente a dar vista a Copiapó, que es el pri-