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Página:Historia general de el reyno de Chile - Tomo I.djvu/63

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LIV
PRELIMINARES.

católicos y de sus vasallos los Españoles, que donde quiera que dominan (dominando donde quieren) conserven la firmeza de la fe, sin verse manchada en tiempo ninguno con sectas differentes.

Hispanos rerum Dominos, gentem que tenacem.
Numinis, et nullis scelerantem secula sectis.

Con la asistencia del sol y de la luna se prometió la victoria Josué de aquellas naciones bárbaras. Et luna ne movearis. Y el Josué que hoi pelea estas batallas, tiene toda su confianza en las assistencias de V. Magestad, sol que nace a su dicha, y en las assistencias que la Luna Maria Santísima haze a este su Reyno y a sus exercitos, que contra los barbaros se ha visto en el ayre pelear, tirándoles polvo y reprimir con él su bélico furor. Que como de las Avexas notó Virjilio que quando en espesos esquadrones y aglomerados enxambres traban sangrientas batallas, no se ha aliado en el arte ni en la naturaleza mas efficaz remedio para reprimir su belico furor y sosegar sus rencuentros, que tirarlas polvo, con que luego se comprimen y quietan.

Pulveris exigui iactu compressa quiescunt.

Assi para reprimir y desvaratar los espesos esquadrones destos barbaros chilenos, que porfiadamente han sustentado la guerra contra los Españoles, ha usado esta Divina Palas de ese medio, para contener con el polvo su demasiado orgullo. Quiera el Cielo que ninguno quede que no reconozca y venere a V. Majestad por hixo del Sol, quando tan feliz y fausto nace y tan lucido sale en su coronacion a las ventanas de sus Reynos, cuya vida guarde Dios, como todos desean.

DIEGO DE ROSALES.



AL LECTOR.


No ha dexado diligencias al cuidado que no aya prevenido vigilante el catolico zelo de los Reyes de España para atraher al conocimiento de su Dios a las gentes bárbaras de todo este nuevo Orbe de las Indias y en particular deste Reyno de Chile, en cuyos altivos naturales halló luego la predicacion del Evangelio el tropiezo a las puertas, dando con ellas en los ojos a los ministros y a los primeros conquistadores y pobladores, haziéndoles fuerte resistencia sus armas y cruda guerra su osadia, juzgando que los exercitos del Rey de España serian como los del Rey Inga, monarca del Perú, que abiendo intentado su ambicion el ser obedecido de los Chilenos y venerado por hijo del Sol y entrado con cien mil combatientes hasta los Promocaes, no pudo dar passo adelante y le obligaron a dar muchos atras las armas y furor chileno. Mas la valentia Española, no con cien mil combatientes, sino con ciento y sesenta, penetró toda la tierra y a costa de muchos rencuentros y reñidas batallas pobló ciudades en toda ella, enfrenando al indómito Araucano, al Imperial altivo y al Valdiviano soberbio. Pero su altivez nativa, mal sufrida; su indomita cerviz, nunca sugeta al yugo; su natural inquieto, mal hallado con el nuevo imperio, movió siempre guerra, intentando sacudir el yugo y echar de sus tierras al exercito Español (aunque pequeño) como abia echado de ellas al numeroso del Inga. Y en esta vana pretension se han consumido y an consumido mas de cuarenta y cuatro mil Españoles (gran numero para las Indias, donde ay tan pocos) y an obligado a gastar a la Real hacienda treinta y nueve millones, eternizando su porfia la guerra en Chile y dilatándola por siglos, pues ya ha passado uno y se va continuando otro desde que comenzó esta guerra con el primer descubridor Almagro, año de 1535, hasta el de 1673, en que la va dando fin el Gobernador D. Juan Enriquez, trayendo a la obediencia de su Magestad ciento y cuatro Provincias, sugetando veinte mil lanzas y reduciendo a poblaciones cincuenta mil almas, como se puede