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LA RECONQUISTA DE SEVILLA

con los musulmanes, unos y otros diesen vida al estilo artístico, denominado mudejar por artistas y arqueólogos, en defecto de otro nombre más adecuado. Muchas y notables fueron las construcciones de edificios religiosos, especialmente, erigidas desde los días del Rey Sabio en esta ciudad. A la piedad del hijo de Fernando III, debióse la fábrica del hermoso templo parroquial de Santa Ana en Triana: esta página arquitectónica manifiesta evidentemente la unión de los elementos artísticos cristianos y musulmanes y á partir de este tiempo, vemos peregrinamente combinados dichos elementos en todas las fábricas monumentales, así como en los diferentes objetos, producto de las artes industriales y suntuarias. Ejemplares de excepcional importancia para juzgar del estado de la cultura española en tiempos del Rey Sabio, son los famosos libros de que desposeyó á Sevilla Felipe II, mandados escribir por aquel monarca, su antecesor, y conocidos con los títulos de las Cantigas, del Ajedrez y de las Tablas. Basta solo ligero examen de las numerosas viñetas que los enriquecen, para persuadirnos de las influencias que ejerció en el arte y en las costumbres castellanas las raza de los vencidos, que llegó al punto de verlas reflejadas hasta en la indumentaria de las personas reales. A dicha se conserva en la Real Armería un fragmento de las ropas con que fué amortajado el conquistador de Sevilla; en la Capilla Real de nuestro templo metropolitano custodiase la espada del monarca, y nuestro Museo arqueológico nacional conserva los restos del traje con que fué sepultado en la iglesia de Santa María de Villalcázar de Sirga el infante D. Felipe, hijo de San Fernando, objetos todos en cuyo examen no hemos de detenernos por ser conocidísimas de los eruditos, que nos prueban de manera harto suficiente, de que por encima de los sentimientos religiosos, del antagonismo de raza, y de opuestísimos intereses, nuestros monarcas y príncipes acudían á los artífices musulmanes para el atavío de sus personas, adoptando en sus usos y costumbres las de los conquistados, y lo que es más, sin parar mientes en que los adornos epigráficos de sus vestimentas contenían frases encomiásticas del Profeta. Muchos más ejemplos pudiéramos citar; entre ellos los de fehacientes documentos, en especial los inventarios de