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HISTORIAS ESTRAORDINARIAS

Contúveme sin embargo, y permanecí inmóvil y respirando apenas. Empleé mi esfuerzo en sostener fija la linterna y el rayo de luz en derechura del ojo. Al mismo tiempo el latir infernal del corazon era cada vez más fuerte, y más precipitado, y sobre todo más alto. El terror del viejo debía ser extremo. Estos latidos, dije yo entre mí, son cada minuto más fuertes. ¿Me comprendéis bien? Ya os he dicho que soy nervioso: por lo tanto aquel ruido tan extraño, en medio de la noche y del medroso silencio que reinaba en aquella vieja casa, me causaba un temor irresistible. Aun pude, sin embargo, contenerme durante algunos minutos; pero los latidos iban siendo aun más fuertes. Yo creía que el corazon iba á rebentar; y hé aquí que una nueva angustia se apoderó de mí: aquel ruido podía ser oido por algún vecino. La hora del viejo había sonado. Di un alarido, abrí bruscamente la linterna y me precipité en la habitacion. El viejo no dió ün grito; ni un solo grito. En un momento le arrojé sobre el entarimado y cargué sobre él todo el peso aplastadór de la cama. Entonces sonreí de satisfaccion ál ver tan adelantada mi obra. Durante algunos minutos latió todavía el corazon con un sonido ahogado; pero esto ya no me atormentó como antes, porque el ruido no podía ser escuchado á través del muro. Al fin, el ruido cesó: el viejo había ya muerto. Levanté la cama y examinó el cuerpo: estaba rígido ó inerte. Púsele la