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Página:Historias extraordinarias (1887).pdf/166

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Edgardo Poe

de 45 grados. No pude menos de observar que ya no me costaba trabajo alguno sostenerme en aquella posición; érame tan fácil como si hubiésemos estado sobre un plano horizontal; y supongo que aquello consistía en la velocidad con que girábamos.

Los rayos de la luna parecian buscar el fondo del inmenso abismo; pero no podía distinguir nada claramente, á causa de la espesa bruma que rodeaba todas las cosas, y sobre la cual cerníase un magnífico arco iris, semejante á ese puente vacilante y estrecho que, según los musulmanes, es el único paso entre el Tiempo y la Eternidad. Aquella niebla ó espuma se producia seguramente por el choque de las grandes paredes del embudo, cuando se encontraban y rompían en el fondo. En cuanto al mugido que se elevaba hacia el cielo, no trataré de describirle.

Nuestro primer resbalón en el abismo, á partir de la faja de espuma, nos había conducido á gran distancia por la pendiente; pero la bajada no se efectuo luego, ni con mucho, con tanta velocidad. Corriamos siempre en circulo, pero no ya con un movimiento uniforme, sino con impetus y sacudidas que nos aturdian, sin hacernos avanzar algunas veces más de un centenar de varas; mientras que otras ejecutábamos una evolución completa al rededor del torbellino. Á cada vuelta nos acercábamos al fondo del abismo, lentamente, es verdad, pero de una manera muy sensible.

Paseando la mirada por el vasto desierto de ébano que recorríamos, eché de ver que nuestro barco no era el único objeto absorbido por el torbellino; encima y debajo de nosotros veíanse restos de buques, vigas, troncos de árboles, objetos de mobiliario, cofres rotos, barriles y tablas. Ya he hablado antes de la curiosidad sobrenatural que reemplazó á mis primitivos terrores; y parecióme que aumentaba según me iba acercando al terrible momento. Entonces comencé á observar