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Página:Historias extraordinarias (1887).pdf/167

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En el Maelstrom

con extraño interés los numerosos objetos que alli flotaban: por fuerza deliraba, pues hasta fué para mí una especie de diversión calcular las velocidades relativas de su bajada hacia el torbellino de espuma.

—Ese pinabete—dije una vez—será sin duda la primera cosa que sufrirá la terrible inmersión, desapareciendo después: y no quedé poco sorprendido al ver que un barco mercante holandés tomó la delantera y abismóse primero. Al fin, después de hacer muchas conjeturas de esta naturaleza y haberme equivocado siempre, este hecho me condujo á un orden de reflexiones que hicieron temblar otra vez mis miembros y latir mi corazón más pesadamente.

No era un nuevo terror lo que me afectaba de este modo, sino la aurora de una esperanza mucho más dulce, que surgia á la vez de la memoria y de la observación presente. Recordé la inmensa variedad de restos que cubrían la costa de Lofoden, restos que, después de ser absorbidos, fueron rechazados sin duda por el Moskoe—Strom. Los más de ellos estaban desgarrados de una manera extraordinaria, arañados y recortados irregularmente, hasta el extremo de parecer guarnecidos de puntas; pero recordaba muy bien entonces que algunos no estaban del todo desfigurados; y no podía explicarme aquella diferencia sino suponiendo que los fragmentos más maltratados habían sido los únicos que el abismo absorbió del todo; los demás entrarían en el torbellino en un periodo bastante avanzado de la marea, ó después de penetrar, bajaron con la suficiente lentitud, por una causa u otra, para no llegar al fondo antes de la vuelta del flujo ó del reflujo. Concebi que era posible, en ambos casos, que remontaran, girando de nuevo, hasta el nivel del Océano, sin sufrir la suerte de aquellos que fueron arrastrados antes ó absorbidos más rápidamente.

También hice tres observaciones importantes: la