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Página:Historias extraordinarias (1887).pdf/369

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Metzengerstein

Habíase oido decir á la viuda del desgraciado conde de Berlifitzing, que su más ardiente deseo era «que el barón se quedase en casa cuando no deseara estar en ella, puesto que despreciaba la compañía de sus iguales; y que se viera á caballo cuando no quisiera montar, puesto que preferia á sus semejantes la sociedad de un cuadrúpedo.» Esto no era seguramente más que la simple explosión de un pique hereditario, y probaba que nuestras palabras llegan á ser singularmente absurdas cuando queremos darles una forma extraordinariamente enérgica.

Las personas caritativas, sin embargo, atribuían el cambio de conducta del joven caballero al pesar natural de un hijo privado prematuramente de sus padres; pero olvidando sin duda su inicuo proceder durante los días que siguieron á la irreparable pérdida. Hubo algunos que supusieron en el barón un sentimiento exagerado de su importancia y de su dignidad, mientras que otros (y entre ellos tal vez el médico de la familia) hablaban siempre de una melancolía morbosa, de un mal hereditario; pero entre la multitud hacíanse insinuaciones más tenebrosas, de carácter equívoco.

A decir verdad, el perverso cariño del barón al caballo recientemente adquirido, cariño que parecía tomar más incremento cuando el animal manifestaba sus feroces y diabólicas inclinaciones, llegó á ser á los ojos de todas las personas razonables una ternura horrible, contraria á la naturaleza. En medio del día, en las horas silenciosas de la noche, enfermo ó sano, en la calma ó en la tempestad, el barón de Metzengerstein parecía clavado en la silla del caballo colosal, cuyo carácter intratable se avenía tan bien con el suyo.

Había además circunstancias que, relacionadas con los recientes acontecimientos, comunicaban un carácter sobrenatural y monstruoso á la manía del caballe-