Página:Horacio Kalibang o Los automatas - Eduardo L. Holmberg.pdf/12

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido validada
— 10 —

bras:—Gracias; como carezco de peso, cualquier posicion me es igual.

—Horacio Kalibang!—murmuró el observador.—Horacio Kalibang, ya sé que no eres más que un autómata!—y satisfecho de aquella observacion, cambió de rumbo y se encaminó á su casa.

El Burgomaestre Hipknock volvía vencedor.

Ya sabía quién era Horacio Kalibang.

V.

El Burgomaestre acababa de levantarse.

El velo de la incertidumure había desaparecido de su semblante, ya risueño.

—Hum! es hábil el artista. Veamos ahora qué se propone.

Y en aquel momento, cual si las circunstancias se reunieran para satisfacer su curiosidad, un criado entró en el aposento, trayendo una carta.

Hipknock abrió el sobre y leyó:

—«Señor Burgomaestre Hipknock.

«Establecido en este pueblo, desde hace dos dias, con el objeto de trabajar más tranquilamente que en Berlin, me tomo la libertad de invitar á Vd., para las 2 de la tarde, á esta su casa, calle X..... donde tendré el honor de hacerle ver mis obras.

«Fabricante de autómatas, desde hace algunos años, los últimos descubrimientos de Eddison han herido mi amor propio nacional, estimulándome á dirijir mis investigaciones en un sentido difinitivo: estoy en vísperas de fabricar un cerebro con funciones propias.

«Conociendo, como conozco, las ideas filosóficas y la ilustracion del señor Burgomaestre, he creido que á nadie mejor que á él podría pedir un juicio sobre algunos de mis trabajos.

«Saluda al Señor Burgomaestre, con su mas alta consideracion:

Oscar Baum
Fabricante de autómatas.»


—Hola! Señor Baum, y Vd. había sido el desconocido de anoche, eh? Muy bien; veremos sus autómatas. ¡Y Kasper habrá salido con la suya? Y qué dirá mi sobrino el Teniente cuando lo sepa?—Dirigiéndose entónces al criado, le dijo:—Corre á casa de Fritz y dile que le espero á almorzar; agrégale, tambien, que es necesario que venga, aunque se esté muriendo.

El criado salió y el Burgomaestre quedó solo, entregado á sus reflexiones, las que, por cierto, no eran muy favorables, ni á los espiritualistas, ni á los clericales.

Donnerweter! dijo repitiendo las palabras que había oído á Baum, en la noche anterior,—Ich habe ihn jetzt gefunden. Hé ahí lo que vamos á grabar en una lámina de oro, si el fabricante de autómatas dice la verdad.

VI.

—Muy buenos dias, pariente—dije al ver á Hipknock, en el comedor de su casa, momentos despues;—¿qué acontecimiento motiva esta llamada?