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Camino de hierro aéreo de Nueva York. Visto por abajo.

CARTA DE AMÉRICA

Nueva York. - Los elevated. - Los teatros. - La luz eléctrica en los Estados Unidos.

Después de doce días de navegación es grato ver tierra, sobre todo cuando lo que se ofrece á la vista es la admirable bahía de Nueva York; pero entonces hácese preciso librarse de las molestias de la aduana, porque la administración de América es inexorable é impone un verdadero suplicio á los viajeros. Apenas he tenido tiempo de estrechar la mano de mi amigo G..., que me esperaba al otro lado de las barreras puestas por los aduaneros. Sin embargo, con un poco de paciencia, por no decir mucha, todo se termina, y me prometen enviar mi equipaje al hotel. Una vez libre, voy con mi compañero á recorrer la ciudad, aprovechándome de los caminos de hierro aéreos.

Nada más curioso que esta vía férrea, que describe tortuosas curvas á través de las calles, dando los más inverosímiles rodeos. He conservado una impresión de las más extrañas, y seguramente, difícil es imaginarse una manera de viajar tan pintoresca y tan rápida. El tren cruza algunas veces por estrechas calles; entonces llega casi á tocar las casas, y no causa poca extrañeza verse tan pronto delante de una alcoba como de un salón, cuyas ventanas abiertas permiten verlo todo; de tal manera que hasta se podría estrechar la mano de los inquilinos. Los coches van llenos de gente; las damas muy elegantes van siempre sentadas, porque ningún hombre permanecería en su sitio si aquéllas estuviesen en pie por no encontrar donde colocarse; aquí se observa en todas partes la más estricta política; en los sitios públicos, una dama puede estar segura de pasar la primera y de ser respetada.

Toda esta gente se mueve silenciosa; nadie habla, y cada cual parece absorbido, cosa que no deja de ser extraña, pues debia esperarse todo lo contrario, dada la reputación de este pueblo. Diríase que el silencio es aquí la regla general; ni en los cafés, ni en las fondas, ni en las calles se oye un grito, así como tampoco conversaciones en alta voz; y este silencio llama tanto más la atención cuanto que el movimiento de las calles es verdaderamente febril. Los coches, los tranvías, el numeroso público que circula por todas partes, los transeúntes que van y vienen afanosos; todo ello ofrece un espectáculo de extraordinaria animación.

El sitio más curioso de Nueva York, para formarse idea del hormiguero humano que aquí trabaja de continuo, es seguramente la encrucijada de Chatham y Nueva Bowery.

Las diferencias han hecho necesario que los caminos de hierro aéreos tengan aquí dos pisos; y así es que se ve continuamente á la multitud subir las escaleras; todos van á tomar sus billetes y á ocupar los wagones, que marchan sin cesar. Esta parte aérea del cuadro sería ya una curiosidad por sí sola; pero hay además debajo de la vía férrea, á través de las columnas de palastro que la sostienen, un mundo de ómnibus, de furgones y de coches de toda especie; y el público se desliza en esc peligroso laberinto de barricadas movibles, formadas con ruedas y caballos que galopan en todas direcciones.

Este confuso y continuo movimiento es extraordinario, y hasta atronador; pero debe reconocerse que si las vías férreas son cómodas, no ofrecen un aspecto agradable, y además motivan las frecuentes reclamaciones de los ribereños. Lo que hay debajo de este camino de hierro aéreo es casi repugnante; allí se ve casi siempre estancado el lodo, que no puede secarse fácilmente bajo las vigas espaciadas por donde pasan los trenes; en este sitio todo es negro y poco agradable para el público.

En el mes de enero último, M. Edison ha hecho algunas curiosas pruebas, que al parecer darán muy buen resultado, y que tienen por objeto reemplazar las máquinas de vapor de las vías férreas aéreas por la electricidad. Los coches no producirían entonces tanta sacudida, y se preservarían los viaductos de hierro construidos, que ya en ciertos puntos parecen necesitar grandes reparaciones. Por otra parte, ya no habría humo para los ribereños, ni las molestias que las locomotoras ocasionan.

Si durante el día distrae mucho este torbellino (pie se agita afanosamente, por la noche no es menos curioso el espectáculo en otro sentido. Barnum, por ejemplo, tiene además de un extraordinario circo ecuestre una colección zoológica completa, en la que se pueden ver todos los monstruos del mundo en un estrado, con otras muchas curiosidades: allí están la mujer esqueleto, los aztecas, los enanos y los gigantes, los albinos, las mujeres con barba; y con todo esto, mézclanse magníficos ejemplares de diversos animales, entre los que figuran veinte elefantes sabios, etcétera. En el anfiteatro, que puede contener más de quince mil espectadores, hay tres circos, que siempre están llenos: allí se ve todo un mundo de clowns que saltan y gesticulan en medio de las amazonas; mientras que en otra parte, una multitud de saltimbanquis de ambos sexos ejecutan los más variados ejercicios. Una música infernal excita á todos estos artistas, como ellos se titulan, durante dos horas, pues no hay entreactos; y á eso de las diez y media de la noche, los espectadores se retiran completamente aturdidos, si bien pueden vanagloriarse de haber visto un espectáculo único en el mundo.

No puedo hablar de todas las salas de este centro recreativo, cuyo director se ingenia para utilizar las luces Edison de la manera más original; pero sí haré mención de un teatro nuevo, el Liceo, abierto hace poco, y que ofrece una particularidad bastante curiosa.

La sala contiene unas mil doscientas personas, y está más bien dispuesta para conciertos; el decorado, salvo algunos raros detalles, no carece de muy buen gusto; es una mezcla de estilo persa é iridio, con muchas ensambladuras de gran efecto, incrustadas de plata, nácar y marfil (por supuesto, imitaciones).

El balcón de la primera galería se ha decorado con grandes rosetones de cristal iluminados por la luz Edison, y que forman así esmeraldas de considerable tamaño con monturas muy delicadas de plata y fondo oscuro, lo cual produce muy buen efecto.

No hay más palcos que tres de proscenio á derecha é izquierda, cuyas separaciones ó tabiques de madera, esculpidos al estilo indio, completan el gracioso conjunto de esta pequeña sala.

La idea más original en este teatro ha sido la de poner una orquesta de treinta músicos situados detrás del telón; hállase colocada sobre un ascensor tan ancho como el escenario mismo, que se sube al telar cuando ha concluido el entreacto, volviendo á bajar con todos los músicos apenas termina el acto.

Esta orquesta movible tiene un decorado delicioso: columnitas de madera chapeadas de plata, arañas en forma de huevos de avestruz, con cristales de diversos colores muy brillantes, y banderolas de perlas, todo lo cual, iluminado por la luz Edison, es verdaderamente encantador. Por último, el techo de la platea está adornado con un centenar de globos de forma oval, suspendidos de alambres dorados que reemplazan á la araña de costumbre, esparciendo en la sala una suave claridad.

La luz Edison se emplea mucho en los teatros de Nueva York, en las fondas, en los graneles almacenes y en los clubs. La Primera Compañía Central del alumbrado, situada no lejos del puente de Brooklyn, envía la luz á la ciudad por veinte mil millas de conductores; ocho máquinas de vapor de ciento cincuenta caballos, funcionan activamente con ocho dinamos de mil doscientos amperes.

Los primeros ensayos de esta luz se hicieron en 1882. La superficie sobre la cual se extendía el alumbrado era de unas 258 hectáreas, comprendiendo la parte situada entre Ferry y Wall Streets al Norte y al Sur, Nassau Street al Este y el río al Oeste. Compróse un gran edificio en Pearle Street para instalar la máquina de vapor, los dinamo-eléctricos y los diferentes aparatos; y pusiéronse en marcha seis generadores de gran modelo: su armadura tiene 2 7'8 pulgadas de diámetro, 5 pies de longitud y pesa cuatro toneladas. Cada máquina completa pesa más de 30 toneladas, comprendiendo el motor que está unido directamente al árbol de la armadura y marcha con la velocidad normal de 350 vueltas. Cuatro calderas Babcok y Wilcox, de 250 caballos cada una, suministraban el vapor. La potencia máximum de cada dinamo es de 1,800 lámparas de 16 bujías.

La corriente de los seis dinamos pasa á dos gruesas barras de cobre, á las cuales están empalmados los diferentes conductores de las calles. Se puede poner fuera de circuito á cada una de aquéllas mediante un conmutador ingeniosamente dispuesto, siendo fácil darse cuenta de la marcha del dinamo del modo siguiente:

Hay en la estación una batería de mil lámparas de diez y seis bujías distribuidas en dos grupos, en los cuales se puede introducir la corriente de uno de los generadores de electricidad. Si estas lámparas no dejan nada que desear en cuanto á su intensidad luminosa, la máquina no será la causa de las interrupciones ó insuficiencias del servicio que pudieran notarse. Entonces se puede investigar fácilmente esta causa por medio de series de resistencias, variables con un conmutador circular y un indicador especial. El indicador consiste en dos lámparas de incandescencia, rodeadas la una con un globo azul, y la otra con uno encarnado. Cuando la corriente derivada en los electros es demasiado fuerte, se enciende la lámpara azul; si sucede lo contrario, la lámpara encarnada se pone incandescente, y en explotación normal, ambas lámparas permanecen apagadas.

Fig. 2 - Camino aéreo de Nueva York. Visto por arriba,

Desde el año 1882, la luz eléctrica ha hecho grandes progresos en la ciudad de Nueva York.

La cámara de los reguladores y la de los instrumentos de medición, y la sala de los depósitos de conductores de reserva, son interesantes; pero la más curiosa es aquella donde están las máquinas y los dinamos. Todas estas habitaciones diferentes son bajas, y están construidas con tabiques de madera, no ofreciendo ningún interés bajo el punto de vista de la disposición ó del buen gusto: sólo la parte práctica es notable. Todo esto es provisional, pero se ve que los ensanchamientos se hacen fácilmente á medida que lo exigen las necesidades del público. Los demás puntos de la ciudad están iluminados por las Compañías Brusk y Svvan, que se ocupan principalmente del alumbrado de las calles y plazas públicas. En la plaza de Madison se puede admirar la gran corona de luz compuesta de seis lámparas que se halla suspendida en lo alto de un mástil de cincuenta metros; envían su luz á toda la plaza; y el que se colocara debajo de los árboles del jardín podría creer muy bien que está iluminado por la claridad de la luna.

Todas las noches se sube esta corona por medio de un manubrio y unas poleas, y por la mañana se baja á la altura del balcón para reparar ó limpiar los aparatos. En la plaza del Carrousel, en París, el aparato eléctrico ofrece un aspecto agradable como luz; pero no es tan alto, y el alumbrado dista mucho de ser tan intenso como las lámparas Brusk de la plaza de Madison.

En la ciudad de Nueva York, así como en la de San Francisco de California y otras, se han contentado con un simple mástil para elevar las lámparas eléctricas Brusk; pero en Detroit, á orillas del lago Saint-Clair, hay una instalación mucho más bonita, bajo el punto de vista del efecto en sus espaciosas calles y plazas (fig. 3).

Es un armazón triangular compuesto de varillas de hierro unidas en forma de aspa, y de unos cincuenta metros de altura: esta especie de torre calada, de admirable ligereza, está sujeta sólo en dos puntos de la elevación por alambres fijos en postes colocados en las mismas calles, y que no figuran en nuestro croquis. La torrecilla se apoya en una columna de palastro, á cierta altura de la calle, para no entorpecer la circulación: el guardián sube al primer balconcillo con ayuda de una escala; una vez allí, penetra en el centro del triángulo é introdúcese en una especie de cubeta, que él mismo hace subir hasta el balcón superior, ayudándose con cuerdas arrolladas en poleas, facilitando la ascensión un contrapeso que baja á medida que el hombre sube. Cien torres de este género iluminan la ciudad de Detroit, y están colocadas á cada quinientos metros.

En los arrabales, el espacio es mucho mayor; sólo se encuentran á cada ochocientos metros. Para las grandes plazas, las torres son más altas, miden unos sesenta metros, y están provistas de ocho luces.

Además de estos aparatos eléctricos, la ciudad posee, como Nueva York, los mecheros de gas acostumbrados.

Fig. 3. - Torre de hierro para el alumbrado eléctrico en Detroit (de una copia del natural).