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88 PANORAMAS DE LA VIDA

sus largos cabellos rubios, su rostro dulce y pálido, y aquella sonrisa bondadosa y triste que adormia sus ojos azules, dándoles una espresion angelical.

Patricia era una] beldad soberbia en toda la explendente acepción de la palabra. Imposible sería imaginar ojos tan bellos como los suyos, ni cabellos rizados tan undosos y brillantes, ni cuerpo tan esbelto, ni voz tan suave y vibrante, ni lisonja tan irresistible como la que se deslizaba de su rosada boca.

Pero aquella hechicera figura encerraba un alma de demonio llena de odio y de crueldad: Ay! de aquellos á quienes ella aborrecía! y ay! tambien de los que amaba! Unos y otros eran sus víctimas.

—En mi tiempo existian todavia en el salon de dibujo dos retratos de ellas hechos por tu hermana. La una vestía las galas del mundo: la otra el hábito de religiosa. Aunque hacia largo tiempo que ellas no lo habitaban ya, en el colegio su memoria estaba aun viva; y en las veladas de las noches de luna bajo los naranjos del patio, las monjas cuchicheaban no sé que misteriosa conseja respecto á esas dos jóvenes pensionistas, que escitaba grandemente mi curiosidad, á causa del sigilo mismo con que de ello hablaban.

Un dia fuí á preguntarlo á Sebastiana, aquella chola jorobada, antigua cocinera del colegio.