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llamando inútilmente, entre el tumulto, á Estela y su hermano.

Fuerza era, no obstante, abandonar esas investigaciones, para reunirme á Samuel, pues la hora de partir habia llegado.

Pero ah! ¿cómo partir en tanhorrible incertidumbre? ¡Imposible !

Así lo signifiqué á Samuel, qué, dando á su melíflua voz un acento trágico.

—¡Ingrato!—esclamó— ¡quieres abandonar por compañeros de un dia, á este viejo amigo, que compartió con tu madre el cuidado de tu infancia! ¡Yo iré á decírselo, pero antes te maldeciré en su nombre!

Estas palabras dispertaron un sentimiento que vivia latente en mi alma, el remordimiento. En efecto, mecido por las dulces emocoines de un nuevo cariño, comenzaba á olvidar el cariño de mi madre. La severa reconvencion del judio parecióme el eco de mi conciencia.

—Partamos! partamos !—le dije—y me apresuré á seguirlo.

Como he dicho ya, el «Nuevo Mundo» era un hermoso vapor, . provisto no solo de toda suerte de comodidades, sino de lo supérfluo del lujo. Su toldilla era una elegante galería, colgada de ricas cortinas y adornada como un salon. Llenábala