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238 PANORAMAS DE LA VIDA

penas y el trabajo han dado fin á su existencia. Hé aquí la llave de su casa, que ella me encargó recojiese para entregarla á su hijo.

Viéndome inmóvil y mudo, caido sobre el umbral, aquella muger se compadeció de mí, y quiso llevarme á su casa; pero no pudiendo obtener que la siguiese, dejóme solo y se retiró.

Ignoro cuanto tiempo quedé allí, caido en tierra y la frente apoyada en la piedra del umbral. La brisa helada de la noche me hizo volver del profundo anonadamiento en que yacía. Alcóme del suelo con los miembros entumecidos y el cuerpo como aniquilado por una larga enfermedad. Busqué la llave sin poder encontrarla, hasta que la sentíapretada entre mis dedos.

Abrí la puerta y entré en aquella casa, donde corrieron tan dichosos los dias de mi infancia, bajo el ála del ángel que habia volado al cielo, despues de haberme llorado y esperado en vano.

Encendí luz, y tendí en torno una dolorosa mirada.

Todo estaba como antes en aquella morada solitaria, y la presencia de mi madre se hacia sentir en todas partes. Aquí estaba su telar, allí su taburete y su labor; mas allá mi cama, hecha, y pronta á recibirme, frente á la suya, revuelta, y mostrando en su desórden el paso de la muerte. En la cabecera de esa cama, al