36 PANORAMAS DE LA VIDA
De vez en cuando, el chillido de una ave nocturna, volando sobre mi cabeza, me arrancaba al mundo de pensamientos que poblaban mi mente, y volvia á encontrarme sola en medio de la noche, suspendida entre el cielo y la tierra, en aquellos senderos abiertos sobre el nido de las águilas, al borde de los precipicios. *
Así acabó la noche. Habíala pasado escalando los flancos de las montañas, y al amanecer me encontraba á una altura donde reinaba un frio penetrante, y la nieve cubria de blancos festones la copa de los tolares.
Mi caballo, cayendo de cansancio, despeado y jadeante, se detenia á cada instante dando fuertes resoplidos. Yo conocia ese síntoma precursor del terrible soroche. Desmonté inmediatamente, y tomando el frasco de álcali que traia para preservarme yo misma de aquel horrible accidente, lo hice aspirar á la pobre bestia, que pareció aliviarse.
Entre tanto, el dia adelantaba, y el sol de la cordillera desplomaba sus rayos de fuego sobre la blanca nieve que tapizaba el suelo.
En la esperanza de ver llegar el arriero, sentéme á la sombra de un peñasco en el declive de una hondonada profunda, en cuyo fondo blanqueaba la espuma de un torrente.
Pocos sitios he visto como aquel, tan agrestes y de