CAMILA O'GORMAN 317
—Contrariarme ! —prorumpí con vehemencia— Ah! si pudiera ir así hasta mas allá de este mundo, escuchando esa voz que encantó un dia mi oido, bajo las bovedas del Socorro!
A esta palabra, la encubierta se estremeció ; y apartando vivamente su brazo del mio.—Os dejo en libertad—me dijo—pues corto es el trayecto que me resta. Aceptad mi gratitud, y acabad de obligarme, impidiendo que las máscaras de quienes me habeis libertado y que veo en lo alto de la calle, inténten perseguirme.
Y se puso á bajar con paso rápido la calle de Santa Fe, que desciende al rio.
A la mitad de aquella tortuosa pendiente, vila detenerse encender un fósforo, cuya llama hizo oscilar sobre su cabeza.
En el mismo instante una luz idéntica brilló bajo la fronda de un grupo de sauces en la ribera.
La encubierta, al verla, apresuró el paso, y desapereció en las tinieblas.
Quedéme inmóvil, fijos los ojos en la sombra que me la ocultaba; en la mente la imágen de la vírgen de blanco velo y perfumada guirnalda, y en el corazon un sentimiento de punzante amargura que hasta entonces érame desconocido : mezcla de dolor y de rabia que me impulsaba á los mas horribles proyectos. Habría querido armar