UN VIAJE ACIAGO 39
En una especie de rotonda abovedada en forma de homo, hallábanse acomodadas cinco momias; cuatro en grupo,-la quinta aislada.
El grupo representaba un hombre, una mujer y dos niños. Cada uno de los adultos tenia sobre sus rodillas un niño, y aquellos cuatro rostros desecados por los siglos estaban vueltos hácia la figura solitaria; y sus apagados ojos fijos en ella con una avidez que habia sobrevivido á la muerte y al tiempo.
En esta momia se descubrian particularidades notables. Su piel blanca, y su barba y cabellos rubios acusaban la raza europea; y entre los restos pulverizados del vestido que le cubria, se veia, cruzado sobre su pecho, un tahalí de soldado.
Mientras los trabajadores, ébrios de codicia, proseguian sus investigaciones, yo, ayudada de la débil luz del cerillo, examinaba las facciones, y sobre todo, la extraña actitud de esta momia. Sentada sobre los talones, y no en cuclillas como todas las momias peruanas, estaba sujeta á un trozo de roca por una faja que, en estrecho lazo, le rodeaba el cuello en mil vueltas; y sus manos, ahuecadas y
juntas, ligadas tambien por un cabo de la misma faja.
Indudablemente, aquel resto humano, fué un soldado español inmolado en holocausto á la venganza de los indios.