El. POZO DEL YOCC1 405
—Pues lo quieres, amada de mi Corazon, sea. ¿Qué debo hacer?
Aurelia volvió hácia Castro una mirada suplicante. El jóven ahogó un suspiro, bajó tambien ante ella su espada, y murmuró con una voz tan baja que solo la oyó el corazon de Aurelia:
—Pues lo quieres, ángel del cielo, cúmplase tu voluntad !
—Gracias, valientes caballeros—exclamó la jóven, tendiéndoles las manos con una espresion tan afectuosa para ambos, que algo parecido á una sombra cruzó por las negras pupilas de Aguilar.
—Y bien!—continuó la jóven, las leyes de la guerra permiten á los prisioneros la esperanza de la libertad por medio del cange: cambiad pues los nuestros y separémonos amigos y felices,
Pocos momentos despues los dos destacamentos se reunieron, y efectuando el cange, los unos subieron la cuesta de Oquia; los otros descendieron á lo largo del valle para tomar el hondo camino que conduce áOrnillos; no sin que los negros ojos del comandante Castro se volvieran con frecuencia para buscar unos ojos azules que le enviaban una sonrisa. Por eso, sin duda, los de la bella hija del gobernador de Moraya, se bajaron para no levantarse mas... ..